RÉGIMEN HISTÓRICO
Vivimos un régimen inédito que pasará a la historia con calificativos que van desde la sorpresa a la indignación; del asombro a la estupidez elegantemente llamada estulticia. Será un filón de análisis de un socialismo decimonónico y obsoleto, al encuentro con una recopilación megalómana de nacionalismo a ultranza al más puro estilo de una nueva liturgia política, sincretismo religioso y autoproclamas de arrogancia.
LOS ENFOQUES DEL MÁS ALLÁ
Clarificando: No se trata de un régimen de ultratumba, aun cuando, los más de 80 mil muertos –en cifras oficiales maquilladas- debería ser catalogado como un régimen del genocidio, donde la incompetencia y la negligencia; la zalamería y la lambisconería –deformación grotesca del verbo “lamer”- convierten a un subsecretario en lo que la senadora Lily Téllez califica como “el pequeño virrey de las camas vacías y de los muertos en casa”
El tema es grave, porque va más allá de priorizar unas estadísticas “cuchareadas”, manoseadas y manipuladas, para esconder el nivel de incompetencia del gobierno federal presidido por un mandatario al que parece no importarle la vida y la salud de los mexicanos.
Extraña por ello que, al pequeño subsecretario se le premie con más poder en la estructura y el club de los adoradores perpetuos del presidente. Esto, efectivamente, va mucho más allá de cualquier razonamiento. Los índices de letalidad son brutales. En números de la Senadora Téllez: el 73 por ciento de los intubados fallece.
DIOS LOS CRÍA
Más allá de los rituales y la construcción de simbolismos que caracterizan al régimen mexicano, la cohorte que rodea al mandatario, va más allá de lo sensato.
Jorge Fernández Meléndez es agudo en su análisis (10/12/2020 – La pareja presidencial) cuando plantea un paralelismo entre lo que sucede en México con la “no primera dama” -que se viste como la actriz Nora Velázquez en su personaje de Chabelita- y lo que ha generado un branding interesante entre las parejas de los presidentes Juan Domingo Perón, Nestor Kirshner y Carlos Menem.
Sin duda, son una “pareja en plena operación” política. Adecuadamente vertebrados, conjugados y mirando hacia el mismo derrotero. Por eso, Beatriz y Cristina Fernández se miran en un espejo. Y, en efecto, dice Fernández Meléndez, la similitud no es con Chávez, ni con Fidel Castro, sino con el peronismo, con sus propias formas ritos y simbolismos. Esto, a no dudarlo, va más allá de una simple clasificación ideológica.
MÁS ALLÁ DEL SUEÑO EN LO PROFUNDO
Más allá del pretexto idiota para quitar la estatua a Cristóbal Colón, que tiene un fuerte tufo a anticlericalismo por los frailes que acompañan al descubridor, el aroma es de una tozuda campaña para eliminar cualquier vestigio que relacione a México con su “Fe, sencilla, pero arraigada” –en voz de San Juan Pablo II- e inculturizar el mal llamado laicismo, al más puro estilo del modelo anticlerical de Plutarco Elías Calles, Álvaro Obregón, o los próceres come-curas al mojo de ajo.
Los pretextos han sido ingenuos. Van de la ridícula y pueril solicitud al Papa para que pida perdón por la conquista a la visita de Gutiérrez Müller a quien le dieron un nivel de canciller del que carece.
En “Los Atilas mexicanos”, el maestro Macario Schettino precisa: “En pleno régimen cuya bandera es la lucha contra la corrupción, se robaron un lote importante de medicamentos oncológicos, que además, según las indagatorias, nadie ha visto. Esto está más allá de lo razonable, porque ‘las autoridades’ solicitaron a los padres de los niños con cáncer, que fueran ellos quienes denunciaran el robo. Lo importante es que no hay medicamentos que antes existían”, sostiene Schettino, porque estos Atilas mexicanos, no dejan nada a su paso. Véanse los resultados del “Instituto para robarle al pueblo lo captado”
MÁS ALLÁ DE UNA EXIGENCIA
Por todo esto, este escribano considera que es valiente la propuesta del Prelado: Miguel Ángel Alba Díaz, obispo de la diócesis de La Paz, Baja California, instó a la administración de Andrés Manuel López Obrador a ofrecer disculpa por la llamada guerra cristera, que tuvo lugar en México de 1926 a 1938”.
Vale. Porque las vejaciones, violaciones a los derechos humanos, juicios sumarísimos, atropellos y asesinatos que relata brillantemente Jean Meyer, merecen que el heredero del priato pida perdón, porque fue un agravio muy delicado contra el 90 por ciento de la población católica de México.
En aquella oportunidad, el gobierno federal dejó sangre regada, destrozos, una economía depauperada, un pueblo lastimado y mucho dolor.
La pregunta es: ¿Hasta cuándo, el presidente les pedirá perdón a los mexicanos?… O ¿habrá que esperar que el señor cierre y profane los templos, persiga curas y monjas… y extermine a quienes ejercen su libertad de creer en Dios? Al tiempo.
- Analista político