Erica e1604293429377 - Curanderos: verdad o charlatanería

Curanderos: verdad o charlatanería

“Cada rato puedes ver a diosito, cada rato se te presenta, lo ves cuando estás haciendo la oración, él te manda su luz”, dice enfático don Anselmo Montes. Alto, robusto, con sombrero de paja, pantalón vaquero y camisa a rayas, sentado en un banco pequeño platica cómo se hizo curandero: “desde que nací, desde chiquito, yo veía muchas cosas hasta que conocí a un padre con el cual yo me estuve curando, él me daba agua bendita, me hacía rezos que pa’que me compusiera, luego él me entregó, me mandó a esto, ya tengo hartillos años en esto”, nos cuenta mientras le toma a su vaso lleno de agua. Enseguida se levanta y camina hacia un rincón de la habitación, allí se recarga.

“Curanderos hay de sobra, bueno de curar, nosotros curamos nada más con un ser de luz, él es el que se encarga de esto, porque nosotros en ese momento ni cuenta nos damos de lo que estamos haciendo…”, y mientras habla las arrugas de su cara se van haciendo más evidentes, a sus casi ochenta años aún conserva buena salud física y el tinte en su cabello le quita una década de edad. “Esa luz es grande pa’l que la trabaja, pues es grande porque viene Rafael Arcángel”, comenta. Cierra los ojos, mueve las manos y la cabeza y pareciera que habla con alguien; nuevamente se acerca al banquito y se sienta.

Las ganancias para don Anselmo son pocas, “la tarifa que pusimos–dice- es de cien pesos, pero luego vienen personas que no traen y tenemos que curarlas”.

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Toma otra vez a su vaso de agua, juega con sus manos y finalmente las esconde en los bolsillos de su pantalón. Finaliza contando que hay muchos curanderos, pero que la mayoría trabaja en la oscuridad y que son aquellos que utilizan animales, gallinas negras, cartas… “eso no se vale, esos trabajan en la misma oscuridad”. Luego de una pausa, dice “hay muchos que tienen la luz, muchos pueden trabajarla, nada más que casi nadie quiere comprometerse, porque para trabajar esto se requiere mucho sacrifico, tienes que evitarte de muchas cosas: ya no debes juzgar a la gente, ni tomar, por eso no quieren trabajar en esto. Tienes que pedir diariamente por todos no por uno, ni por ti, por los demás, por los que andan mal”, y mientras sigue hablando, tocan a su puerta.

Es una señora que viene a que la curen, don Anselmo sale de la habitación y entra a una más pequeña, es un cuarto especial en donde hace su oración y cura a las personas, es donde puede ver a Diosito.

EL ALTAR

Siete escalones. Poco más de una tercera parte de la habitación está ocupada por siete escalones de concreto, los cuales se encuentran llenos de fotografías, veladoras, retratos de santos y vírgenes, aceites especiales, flores, adornos de papel azul y blanco y nombres de personas escritos en hojas de libretas.

Al frente, una silla de madera vieja y sucia y en cuyo respaldo se encuentra una bata blanca de doctor. A su lado, llama la atención una cubeta roja de plástico a medio llenar de agua. Finalmente, en la otra esquina, una mesa mediana de madera que aguarda frascos de Coca Cola de diversos tamaños, llenos de un líquido verdoso y olor penetrante llamado Bálsamo. Bajo la mesa, varias bolsas de plástico que guardan plantas medicinales como la capitaneja, que ayuda a aliviar cualquier malestar del estómago.

LOS PACIENTES

“A mí me ha funcionado más ir con curanderos”, platica Doña Esther, mientras espera ser atendida y que la curen. Doña Esther lleva más de veinte años acudiendo con curanderos para que le quiten todo el mal que trae puesto. Ha visitado muchos lugares y a todo tipo de personas, pero asegura que Don Anselmo ha sido el más amable, el más bueno y le ha quitado la enfermedad.

“He sentido alivio con ellos, sí, siento mucha mejoría cuando vengo, o sea cuando me curan espiritualmente”, voltea la vista hacia todos lados, su expresión es de tristeza, de malestar.

“El malestar que siento es diferente al malestar de doctor, el dolor de cabeza no es igual, se siente diferente”. Doña Esther ha padecido migraña durante casi toda su vida, pero cuando se siente mal, la cabeza le duele diferente -asegura- por eso no va al doctor, además, resulta más económico ir a que la curen: “La medicina es buena, pero a mí me ha funcionado más ir con los curanderos, es más económico y más efectivo. Además, sólo me curan con oración, pasan sus manos sobre mi cabeza y sobre mi cuerpo mientras rezan, e inmediatamente voy sintiendo el alivio”.

VERDAD O CHARLATANERÍA

Los curanderos son el correlato contemporáneo de los médicos mágico-religiosos, altamente dotados para practicar curas con yerbas simples. El curandero moderno es capaz de curar algo más que las dolencias físicas, también puede encontrar objetos perdidos, adivinar hechos, anular los filtros del amor y la brujería entre otras cosas. Pero también podemos encontrarnos con brujos o hechiceros, quienes también pueden llevar a cabo las mismas cosas que los curanderos con la diferencia de que sus hechizos pueden provocar infortunios, mala salud e incluso la muerte. Esta es una de las razones por las que la Iglesia Católica y la ley han perseguido a curanderos y brujos.

De acuerdo con el Doctor Gabriel Muro, hay una gran fascinación del ser humano por lo mágico y desde siempre han existido este tipo de personas, sin embargo, no son bien vistos por las instituciones, por lo que han adoptado un papel marginal dentro de la sociedad.

Según un estudio antropológico llevado a cabo en la sociedad peruana, los curanderos se están convirtiendo en un nexo entre lo tradicional y lo moderno, debido a que en la actualidad el hombre necesita cada vez más una mejor comprensión de sí mismo y de su lugar en el universo, como compensación por la pérdida de humanización, la crisis ecológica y la enajenación.

“Mucha gente cree que a medida que avanza la medicina occidental o la ciencia, las personas dejaran de visitar a los curanderos, pero en lugares rurales los doctores y la medicina escasean, así mismo no hay curas, por lo tanto, el curanderismo no dejará de existir, aunque siempre tendrá un papel marginal”, dice el doctor Muro.

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De acuerdo con varios curanderos, la envidia es el principal factor que influye para que una persona se enferme, y que a su vez es ocasionada por las costumbres arraigadas, por la falta de medios económicos y la falta de trabajo.

“Creo que a mí sí me tienen envidia, pues están mal porque yo no tengo nada, pero hay mucha gente mala”, dice doña Esther, “yo me enfermo bien seguido, estoy bien en mi casa y de repente ya me duele todo que hasta ni me puedo mover”. Un poco despeinada y con el delineador de ojos corrido, doña Esther se despide con un abrazo de sus curanderos y se va con un semblante notablemente mejorado.

Mientras tanto, don Anselmo sale de la habitación, nuevamente sonríe y quizá sea, como él dice, porque ha visto a Dios: “cada rato se nos presenta, lo vemos cuando estamos haciendo la oración, nos manda su luz, manda su espíritu, manda esas palabras para que entren en ti, es una cosa muy grande…”.

Ahora el lugar ha quedado vacío de gente y Don Anselmo se alista para alcanzar lugar en misa. Cada uno de los pacientes se fue retirando poco a poco convencidos de su total curación. ¿Psicosomáticos? ¿Verdad? ¿Esoterismo? ¿Charlatanería?

Toca a usted dar la última respuesta.

  • Comunicóloga por la Universidad Autónoma de Querétaro